“Kabaraay”. Significa “tinaja” en diola. En Senegal, seguramente como en muchos otros países, la tinaja es el recipiente más usado para guardar, todo tipo de alimentos y sobre todo agua.
Digo “sobre todo agua” porque la mayor parte del país no dispone de agua corriente y las familias deben guardar periódicamente agua en unas tinajas grandes para poder luego hacer uso de ella cuando no haya. En este sentido Kabaraay también significa “fuente”.
“Kabaraay” también es el proyecto que estamos llevando a cabo mi hermana Marie Christine (Macris) y yo, con la ayuda de su esposo, Alioun, y de nuestro hermano pequeño, Francesco, desde hace unos años en la escuela infantil, Maternelle Antonio Carovani Assieme, situado en Guédiéwaye, uno de los barrios más pobres de las afueras de Dakar, capital de Senegal.
Con el proyecto Kabaraay apoyamos a los niños de las familias necesitadas del barrio y alrededores dándoles la posibilidad de recibir una educación de base, un seguimiento médico más constante y una alimentación más estable que les permitan desarrollarse lo mejor posible.
¿Por qué nos hemos involucrado en el proyecto? Hemos tenido la suerte de crecer con muchos hermanos y nuestros padres siempre nos han enseñado a compartir y a poner a disposición de los demás lo que tenemos, bien sea dinero, conocimientos, talentos o sencillamente nuestro tiempo.
“Por muy poco que sea”, nos decían, “es suficiente para compartir con otros, siempre y cuando lo hagamos de todo corazón y sin esperar nada a cambio”. Ellos siempre han sido un ejemplo a la hora de poner esta enseñanza en práctica. Mis padres nos mostraron que no debemos esperar a tener mucho para compartir lo que tenemos con aquel que se encuentra en la necesidad.
Recuerdo que cuando éramos pequeños, muy a menudo, nuestra casa se llenaba de niños y jóvenes que buscaban ayuda en los conocimientos de mis padres y un apoyo social en sus consejos y consuelos. En muchas ocasiones algunos se quedaban para compartir con nosotros la comida.
Mi padre, Apa, era maestro y tenía una pasión por la enseñanza. Iña, mi madre, tuvo que empezar a trabajar muy pronto y aprendió a leer ya mayor; por eso animaba a todos los padres que conocía para que proporcionaran a sus hijos una enseñanza de base, o mejor aún y si era posible, claro, a llevarles a la escuela ya desde pequeños. Aprender un oficio era, y sigue siendo, muy importante, pero más aún lo era, y sigue siéndolo, recibir una educación escolar de base. Tanto mi padre como mi madre sabían que cuanto antes recibían esta educación escolar, mejor para el desarrollo personal y crecimiento de los niños.
Así fue como cada día tuvimos la oportunidad de crecer en sabiduría y en conocimientos compartiendo nuestra formación con muchos otros niños, tanto en los distintos centros escolares en los que hemos ido como en nuestra propia casa.
No es de extrañar pues que, primero mi hermana Macris, luego mi hermano Francesco y después yo, nos hayamos embarcado en esta aventura, en compañía de las familias de Guédiawaye y todo el personal de enseñanza y de mantenimiento de la escuela infantil Maternelle Antonio Carovani Assieme para rellenar la tinaja, fuente de conocimiento, de salud, de alimento para los niños: Kabaraay.